De las memorias del lector (I)
- El tiempo recobrado
- 20 mar 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 5 may 2022
Libro: La octava plaga, de Bernardo Esquinca (@bernardo.esquinca)
Caminaba por el pasillo de Literatura Mexicana en la libería, para buscar un libro de Monge o de Nettel que no hubiera leído, pero saltó a mis ojos uno mal acomodado: Esquinca, Bernardo. Lo tomé para ponerlo en el lugar correspondiente, pero me llamó la atención el típico diseño de portadas de Almadía: la camisa marrón con la ilustración de un bicho, que al mismo tiempo tenía la forma de una máscara de huesos, que envolvía unos forros verdes y la imagen de una chica. El título era La ocatava plaga (2017). Por un momento estuve a punto de simplemente dejarlo ir, pero a la hora de acomodarlo en la estantería, saltó a mi vista una frase de la cuarta de forros: «La primera novela de la saga Casasola narra el nacimiento de este reportero de lo oculto y lo macabro». Okey. Tenía toda mi atención.
Compré el libro con mucha emoción, pues desde El complot mongol no había leído nada relacionado con literatura policiaca, de misterio, escrita en México. La octava plaga… durante el trayecto de vuelta a casa, mi cabeza no dejaba de darle vueltas a ese título, y lo único que logré concluir fue que debía tener relación con la séptima plaga de los egipcios, pero ¿cómo un libro policiaco iba a mezclarse con los insectos? Bueno, ahora me atrevo a decir que lo mismo ha de haber pensado Casasola: ¿cómo estos asesinatos iban a mezclarse con los insectos?
Evidentemente, una vez que empecé mi lectura, no volví a dejar el libro (bueno, sí para dormir, pero nada más: comí y fui al baño con él en las manos): dos días completos me tomó terminarlo. La primera razón es que la historia y la narración fluyen con tanta armonía que parece que las hojas están hechizadas; y la segunda, es que la estructura del libro ayuda mucho.
La octava plaga, y más adelante supe que pasa lo mismo con las demás novelas de la saga, comienza con un prólogo corto, escrito muchos muchos años antes que los hechos narrados en la historia de Casasola, por Esteban Taboada, entomólogo del Museo de Historia Natural de Chapultepec. Estas páginas al inicio están escritas con intriga, luego con desesperación y terminan con resignación, ya que Esteban descubre que sólo ha sido un conejillo de Indias.
El libro entremezcla fragmentos de notas periodísticas con fragmentos de un diario y recuerdos de algo que parece un simple sueño. No miento, después de un tiempo, el hombre detrás de las cortinas sí se llega a colar en uno que otro sueño propio. El personaje principal, Casasola, es un periodista que solía escribir en la sección de Cultura, lo cual le da la característica de ser alguien con conocimiento sobre literatura y personas importantes del medio; por lo tanto, constantemente cita pasajes o títulos de libros.
En La octava plaga, la historia de Casasola comienza cuando lo transfieren a la sección de la Nota Roja y termina cuando empieza a escribir para el Semanario Sensasional, revista mensual dedicada sólo a este género. Pronto Casasola tendrá que tomarle gusto a la Nota Roja, la cual es la única que cuenta con la esencia de la buena escritura, sin entrañas y con los huevos bien puestos, no hay forma de cubrir los requisitos del género periodístico, como dice Verduzco, un periodista experimentado en el tema, quien desafortunadamente cae en el engaño de la Asesina de los Moteles.
Casasola tiene muchas características de los antiguos detectives, sólo que ahora Bernardo nos lo plantea como un periodista en una ciudad en la que el caos y la corrupción son la principal característica (y no, esta no es la parte fantástica del libro). La Ciudad de México, y específicamente su Centro Histórico, es un gran escenario para las novelas de Bernardo, quien nunca deja de lado la historia de las antiguas civilizaciones. Así que, si no eres una persona que acostumbra a leer Historia, te recomiendo dejarte llevar por las novelas de Bernardo.
Como buen detective en el cuerpo de un periodista, Casasola tiene a su lado a un fiel compañero: El Griego, un exfotógrafo conocido por retratar los momentos más escalofriantes de las escenas del crimen. Juntos descifran los indicios que la Asesina de los Moteles deja a su paso. También descubren que Esteban Taboada, «líder de los insectos», está encerrado en un manicomio y que, según sus suposiciones, la solución a estos asesinatos es matar al entomólogo, aunque esto no de los mejores resultados para el viejo fotógrafo.
Por supuesto, no podía faltar la historia de amor o desamor. Casasola se ve en la incómoda posición de trabajar en el mismo lugar que su exesposa, Olga, quien ahora sale con un colega. Y, obvio, dejas a tu pareja, pero cuando la ves con alguien más, decides que es el amor de tu vida y debes recuperarla. Gracias a esto comienza a hacerse una regla, a lo largo de la serie, que Casasola no podrá tener en sus brazos a la mujer que le gusta, ella siempre va a estar con alguien más, pero, principalmente, siempreva a ser víctima de los crímenes.
La novela de Bernardo es un cuaderno de estampitas, de recortes, que ayudan a completar el rompecabezas. Recortes de un diario de investigación, recortes de notas sobre hechos sobrenaturales, recuerdos de sueños, memorias fotográficas, y una voz omnisciente que acompaña a esta lucha eterna entre insectos y humanos; además, la narración es un ciclo de locura, el cual envuelve a los personajes en el mismo recoveco de sus acciones.
Por cierto, leí una nota con la que coincido, en la que Élmer Mendoza, otro grande de este género, comenta a propósito de La octava plaga: «Es un escritor elegante cuya principal virtud es la brevedad. Lo que economiza en palabras lo invierte en una seguridad firme en el tratamiento del suspenso y en una capacidad para crear emoción que consigue que sigamos embebidos en las soluciones probables de sus enigmas. Su estilo es sencillo, directo y acogedor».
Bernardo, sé que ya te lo había dicho, pero ¿será que ahora Gregorio Samsa está feliz de saber que no es el único humano atrapado en el diminuto cuerpo de un insecto?
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