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El perreo intenso

  • Foto del escritor: El tiempo recobrado
    El tiempo recobrado
  • 19 nov 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 5 may 2022


Libro: La felicidad de los perros del terremoto, de Gabriel Rodríguez Liceaga

 

Una de las tantas características de la literatura mexicana es el humor. Un humor ácido y negro que siempre se compagina con un lenguaje coloquial, que cuando se transmuta con lo chilango, se vuelve una joya escrita.


Y ahora, desde el encierro, un libro que nos ha demostrado que la nostalgia por nuestra antigua Realidad, es una vértice que se ve a lo lejos, mientras los semáforos se vuelven rojos.

Como lo dice su autor, su libro llegó a la mesa de novedades, mientras las librerías se encontraban cerradas. La felicidad de los perros del terremoto (2020, Penguin Random House), de Gabriel Rodríguez Liceaga, es uno de los placebos que tenemos como lectores de literatura mexicana, mientras nuestro mundo editorial está cerrado.


Un retrato fiel del chilango godín, una imagen de lo que es el reguetonero actual, así como distintas mujeres que mueven los hilos de la acción, es lo que Rodríguez Liceaga regala con su última novela, en donde las redes sociales y la muerte, retumban en su páginas; la muerte de un hijo, la carencia de cómo demostrar los pensamientos y la soledad humana, que se traslada desde la Ciudad de México hasta Alaska, desde las gomichelas hasta las oficinas de marketing de Pepsi.


Una novela madura, en donde la polifoníaa rusa del siglo XIX, y el narrador inglés del XVII, se transmutan en un lugar en donde el habla y la cotidanidad chilanga se apoderan de la acción. Un texto en donde la muerte y la paternidad se llevan de la mano a Luis Pastrana, uno de sus personajes principales, mientras que la frustración y la modita se lleva entre sus sueños a Biuti Full, el que al parecer es el primer personaje reguetonero de la literatura mexicana.


La felicidad de los perros del terremoto también es una crítica a la literatura, a la vida cotidiana de oficina, pero también a la privacidad de las redes sociales; narradores que ahora encuentran el muro de Facebook para describir sus personajes, así como un tuit que desencandena todo el hilo narrativo que acaba en una orgía perpetua en Alaska.


Un taller de creación literaria, pues. Palabras de Luis Pastrana: es como en alcohólicos anónimos. sirve para ver que uno no está tan de la chingada en comparación con los demás. El primer poema que leyeron en esa reunión no era tal cosa. No era nada. Palabras festivamente tecleadas con su tanda de repentinos entes para hacer la finta. [...] Clic izquierdo y todos somos poetas. El intento de versificar al mundo duraba exactamente lo que dos hojas tamaño carta pero aun así era asaz agotador.

Esta novela de Rodríguez Licega nos hace reír en la oscuridad de nuestras mentes, suela la carcajada sonora del dolor y, dentro del encierro, a veces nos hace añorar aquella realidad perturbada, pero que nos dejaba por lo menos ser felices con un placebo.




 

Le preguntamos a Gabriel sobre sus lecturas de literatura mexicana actual y nos recomendó leer La memoria donde ardía, de Socorro Venegas; Benzulul, de Eraclio Zepeda, y Rasero, de Francisco Rebolledo.

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