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Entrevista con Sara Uribe

  • Foto del escritor: El tiempo recobrado
    El tiempo recobrado
  • 16 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Entrevista realizada en la FIL Guadalajara,

en el stand de Dharma Books


En un montón de escritura para nada, tu nuevo poemario publicado por Dharma Books, el cual físicamente es muy distinto a lo común, ¿cómo fue el proceso creativo?


Este fue un libro muy vertiginoso que se escribió en fragmentos pero al mismo tiempo con mucha velocidad. Lo escribí en cafeterías, en aeropuertos, en el tránsito. Creo que tiene que ver con cuestionamientos que yo me he ido haciendo en los últimos tiempos con otras amigas escritoras, un poco interrogándonos por el estado de cosas del sistema literario mexicano, resistencias frente a inercias, estereotipos que han catalogado la escritura de las mujeres con cierto modo del que no estoy ni estamos de acuerdo.


Pero no sólo la escritura de las mujeres, sino la escritura de la poesía en general, todos estos rótulos de que la poesía debe ser solemne, de que debe tenérsele demasiado respeto, que tiene que ser escrita de cierto modo para poder entrar dentro de los cánones.


Es también una escritura que hice en eventos literarios, escuchando hablar a otros poetas, que poco a poco iban surgiendo esas anécdotas o gérmenes (como semilla), de cada uno de los poemas en torno a las cosas que yo quería irme cuestionando, como la autoría, el copyright, los sistemas en que distribuimos la poesía, los hábitos de consumo de los lectores de poesía, todo eso se fue integrando en estos poemas.


Nos gustaría saber si recuerdas cuál de estos poemas fue el primero que escribiste y si ya tenías pensado integrarlo a un poemario como este.


El primero fue «Poema en que la Enunciante recibe una invitación misteriosa y más tarde se encuentra al extraño hombre de las mandarinas y una mujer que creía que el lenguaje fue dictado desde el inicio de la eternidad».


Este poema lo recuerdo muy bien porque tiene que ver con todas estas cofradías poéticas que también ocurren en la Ciudad de México pero que ocurrían en las ciudades al interior de la República donde yo he vivido, donde ser parte de un grupo poético es como un coto, y que si no formas parte de ese grupo, de ese cuadrado, de ese círculo, pues estás fuera de las oportunidades de publicar, etcétera.


Entonces es un poco una indagación sobre lo más patriarcal, lo más machista que hay en esos grupos y cómo la poesía de todas formas encuentra camino en los márgenes y los bordes de esas cofradías.



Desde Antígona Gonzáles, que ha sido un boom, un antes y un después para la literatura mexicana, para el uso de voces distintas, recuso que también utilizas en un montón de escritura para nada, pero que además se está volviendo tendencia entre escritoras como Verónica Gerber Bicecci o Vivian Abenshushan. Cuéntanos ¿cómo ha sido ese caminar desde Antígona Gonzáles, hasta hoy? ¿Cómo ha sido mezclar tu voz con distintas autoras, con distintos temas?


Creo que ese caminar ha sido un caminar, como bien lo explica Cristina Rivera Garza en el libro Los muertos indóciles, de la apropiación a la desapropiación. Cuando yo escribí el libro de Antígona González conocía lo que era la apropiación pero todavía no me había acercado a lo que era la desapropiación que Cristina desarrollaría un poco más tarde, pero ya tenía en mente la idea de que se trataba de una escritura hecha por otros, con otros, para otros.


Creo que ese caminito, leyendo a Rivera Garza y a otras autoras, se ve manifiesto en estas escrituras de mujeres como Verónica Gerber o Vivian Abenshushan, porque creo que las escritoras estamos teniendo muy presente que toda escritura es hecha por otras, en colectivo o colectiva, que las autorías individuales siempre están en deuda con las autorías colectivas. Lo dice muy bien Rivera Garza refiriéndose al concepto de comunalidad de Floriberto Díaz.


Así que yo creo que cada vez más mujeres escritoras estamos conscientes de la riqueza que hay en los procesos de escritura con otras; con otras me refiero a otras de la tradición, como en un montón de escritura para nada, donde cito a Rosario Castellanos, aunque más que citar mi intención es dialogar, con Pita Amor, Gabriela Mistral, Cristina Riera Garza, Juana Bignozzi.


Y también es el diálogo con otras escrituras, otros géneros, en fin, creo que se trata de escrituras que apelan a todo lo contrario del genio en solitario de una autoría individual prístina y pura, sino más bien de abrirnos hacia todo lo que tiene que ver con trabajar en una colectividad del lenguaje.


Ya que nos hablaste un poco de Cristina Rivera Garza, quien es fundamental para la literatura mexicana actual, dinos ¿qué piensas de la evolución de la literatura mexicana en este nuevo siglo?


En este momento las que me tienen muy asombrada y muy gozosa leyéndolas son escrituras de mujeres, pienso en mujeres latinoamericanas como Mariana Enríquez, Nona Fernández, Samantha Schweblin, el trabajo que se está haciendo también en México con las que mencionas y añadiría yo a Yolanda Segura, Martha Mega, Xel-ha López, a Ibeth Luna con su libro Comunidad terapéutica, qué más comunitario que su libro hable sobre violencia ejercida sobre cuerpos femeninos.


Yo veo con mucho interés e intento verlo también con un ojo crítico, cómo cada vez, sobre todo la escritura de las mujeres, está experimentando más con el trabajo del lenguaje relacionado con el cuerpo, con las otras, con la comunidad. Celebro muchísimo que sigamos haciendo crecer cada vez más los márgenes de la poesía y relacionándola cada vez más con la materialidad del cuerpo, es decir, sacándola de esa torre de marfil en que la tradición ha puesto a la poesía, y llevarla a la vida cotidiana, al día a día de las mujeres con la poesía.


Para cerrar, ¿quiénes son tus influencias actuales para escribir?


Yo quiero que ahora, como lo mencionaba antes con ya no decir «sujeto lírico» sino «enunciante», me acaba de dar la idea de ya no decir que me influencian, sino que dialogamos, porque creo que también el influenciar nos pone como en un desnivel; creo que más bien se trata de estar a ras de mesa, sentados todos.


Entonces voy a decir que con quienes dialogo son Diana Garza Islas e Iveth Luna, poetas de Monterrey. ¿Sabes con quién me interesa muchísimo dialogar? Con Jimena González, una escritora jovencísima que tiene este poema «Las otras» en el libro de Tsunami; con Anaclara Muro, que tiene este poemario llamado No ser la Power Ranger rosa.


A mí me interesa dialogar con las más jóvenes, obviamente también con las de la tradición, pero es que las jóvenes traen un impulso que yo ya de cuarenta y uno no voy a tener, entonces casi que me quiero robar su energía, que me la compartan y sus maneras de escribir porque ellas ya crecieron en una época digital.


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