Arrastrado por el tsunami
- El tiempo recobrado
- 12 jun 2019
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 1 oct 2019
Texto: Ezra López
Libro: Tsunami, VV.AA.
A ningún hombre consiento
Que dicte mi sentencia
Rosalía
I want to be the one to walk in the sun
Cyndi Lauper
Nada de pastillas, que las tome él
Patxi Andion
No sólo basta reconocerlo, sino de verdad hacerlo notar incluso fuera de los círculos literatointelectuales de este país; vivimos en una etapa hermosa de la literatura mexicana, en donde la proliferación de las escritoras se vuelve masiva y de calidad impactante.
Siempre el lugar común de la literatura femenina hecha en México nos remite los versos de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana. La figura de la monja jerónima, dice la crítica, fue rescatada por poetas como Amado Nervo, Alfonso Reyes, Xavier Villaurrutia o José Gorostiza… ¿la gran poeta “rescatada” por puros hombres? Como si le estuvieran haciendo el favor. Sin embargo, debemos reconocer que la figura de Villaurrutia sí fue clave para analizar las figuras y formas poéticas de la décima musa, y no como, suscribo con Antonio Alatorre, el pésimo ensayo que hizo Paz sobre Sor Juana.
Es imposible y absurdo pensar que desde los siglos de oro hasta el siglo XX no hayan existido escritoras en México. Pero veamos, ¿en realidad no existieron? ¿O más bien no se reconocieron? En el siglo XIX destacan Isabel Prieto de Landázuri, María Enriqueta Camarillo y Josefa Murillo, por sólo mencionar a unas cuantas autoras decimonónicas del naciente México, el cual verá en el último siglo del segundo milenio, a una gran cantidad de autoras que no sólo hicieron historia en la literatura mexicana, sino también en la latinoamericana.
La crítica actual ha comenzado a darle su verdadero lugar a Elena Garro, la auténtica madre del Realismo mágico, quien con los Recuerdos del porvenir hace un primer esbozo de lo que se realizó en el llamado Boom latinoamericano; además, ahora se respeta su figura por la escritora que fue y no por la estúpida sombra que tuvo que cargar toda su vida.
La primera escritora considerada feminista en nuestro país del siglo XX, es Rosario Castellanos, quien tuvo que luchar con toda una academia machista para abrirse paso con la calidad de sus novelas, ensayos y poemas.
Una gran mujer que hizo del cuento un género mayor fue Inés Arredondo, quien siempre buscaba la palabra perfecta y exacta para cada uno de sus escritos. No podemos olvidar la gran poética de Enriqueta Ochoa, con esa insistencia en la Electra moderna. Y mucho menos tiene que quedar relegada una de las autoras más importantes en la novelística mexicana: Josefina Vicens, quien nos regaló El libro vacío y Los años falsos, dos obras de arte que deben leerse generación tras generación.
En este breve espacio nombré autoras esenciales para cualquier curso, discusión, círculo de lectura, estudios académicos, etcétera, de literatura mexicana. Autoras que no sólo crearon historia propia, sino retrataron a la mujer que resurgía en la segunda mitad del siglo XX, a pesar toda la burocracia machista.
Guadalupe Nettel, Cristina Rivera García, Fernanda Melchor, Bibiana Camacho, Brenda Lozano, Alejandra Maldonado, Adriana Díaz Enciso, Constanza Rojas, Luisa Reyes Retana, Isabel Zapata, Karen Villeda, Paulette Jonguitud, Elvira Liceaga, Verónica Gerber Bicecci o Gabriela Jauregui, por mencionar algunas, son la punta de un iceberg gigantesco de la que ahora es la literatura mexicana hecha por mujeres, que, como lo mencioné al inicio, muestra un gran panorama de la literatura femenina, de la literatura tsunami que nos arrastra hacia la conciencia.
Una de estas olas gigantes es precisamente dirigida por Gabriela Jauregui a través de uno de los libros que muy pronto se volverá indispensable para entender la literatura mexicana hecha por mujeres. Porque Tsunami (Sexto Piso, 2018) es uno de los grandes triunfos de la literatura en México. Está conformado por 12 escritoras que no temieron soltar a sus demonios, desamarraron las voces calladas y soltaron la marea para mojar las consciencias, para mostrar eso que desafortunadamente se invisibiliza ante nuestros ojos por algo tan estúpido como la normalización.
Tsunami es la voz de todas. Es la voz que se escucha en cada uno de aquellos perversos talleres literarios que terminan siendo un club de elogios mutuos, en donde importa más la persona que se tiene enfrente y no el texto, como lo denuncia Vivian Abenshushan.
Al sumergirnos, escuchamos una doble voz, como la de Yásnaya Elena A. Gil, quien es la luz completa desde las primeras páginas de su ensayo, en donde las palabras juegan un papel importante, y que siempre, al teñirlas de contexto político, dañan a aquellos que segregan o categorizan.
En este Tsunami, sentimos la intervención artística de Verónica Gerber Bicecci, a uno de los poemas más misóginos de la historia de la literatura occidental. Si bien dicen que los griegos nos dieron una nueva forma de concebir la vida, tenemos que darnos cuenta de que varias ideas son extremadamente misóginas, así como algunos escritos de esa época, como el de Semónides de Amorgos con su Catálogo de las mujeres, tal como lo denuncia Verónica al apolillar las páginas de esos versos lastimeros.
Pero este Tsunami también nos arrastra hasta una de las voces que compartía sonoridad con las grandes de la generación del siglo pasado; Margo Glantz inunda con sabiduría un tema actual que ha lastimado a toda la sociedad en general. Los metoos son analizados bajo la mirada de la también traductora, quien vivió en carne propia todo el peso del rigor machista de los años sesenta, setenta, ochenta y demás décadas en las cuales Margo ha demostrado que las barreras se pueden saltar con la calidad, objetividad y precisión, tal como lo hace en su ensayo incluido en Tsunami.
Y es, de verdad, muy importante ver la mirada de una de las grandes autoras, como Glantz, ya que contrasta con la visión de la joven Jimena González, quien muestra la voz lírica de las poetas de hoy, esa voz dura que debe perforar los oídos de los necios y de los sordos. La poesía de Jimena González es naciente como este siglo; verso libre, en donde el ritmo se conjuga entre sí. Una visión actual, ya que, nacida en el año 2000, Jimena es la clara muestra de nuestros tiempos y de lo que debemos cambiar en esta sociedad, que llama a la desobecienda.
De esta forma lo hace resaltar la editora-coordinadora de Tsunami, Gabriela Jauregui, que con “Herramientas desobedientes” nos demuestra que además de ser una gran cuentista, es una excelente ensayista, con un amplio conocimiento en el feminismo, y de la lucha por el lugar que de verdad le pertenece a la mujer. El texto de Gabriela me hace recordar a los textos de Marcela Lagarde y de los Ríos o de Rita Segato, porque en las casi 12 páginas de su ensayo nos sumerge en las olas de su tsunami, y nos hace pensar en una lucha continua.
Seguimos con este remolino ahora dirigido por Brenda Lozano, para ver cómo la sociedad se comporta en torno a la mujer, y cómo también es retratada por la literatura, desde aquel chamaco todo meco llamado Telémaco que ni blandir el arco puede, hasta la Cordelia de Shakespeare, la que de nada quiere obtener, sólo el cariño de su anciano padre que se pierde bajo la locura de sus últimos años, y termina llorando ante el ahorcado cadáver de su hija, completando la tragedia shakespeareana al ver la estupidez de sus misóginos actos, que incluso llegan a apoderarse de la mente de las primogénitas del Rey Lear.
La literatura nos ha mostrado también la vida cotidiana de las escritoras mexicanas, como el arroz quemado que versificó Rosario Castellanos; pero en Tsunami vemos una cara más cruda y al natural. Daniela Rea abre un pedazo de su vida en uno de los diarios más honestos de toda la literatura mexicana. La vida de una mujer ante la maternidad, la cara que no se ve o que no se nos cuenta. Esa desesperación primeriza. Este fragmento de diario es la forma más cabrona de afrontar la maternidad y de ver cómo se crece junto a los hijos, en este siempre aprendizaje.
El aprendizaje es uno de los principales elementos de Tsunami. El mejor ejemplo es el texto de Cristina Rivera Garza, quíen hace una clara denuncia hacia cierto personaje de la crítica mexicana. Porque, de verdad, la crítica debe ya salirse de esos comentarios machistas, de ese compadrazgo que nos heredó Octavio Paz; lo escrito por Rivera Garza es cierto en su totalidad; si el comentario hubiese llegado de alguien de su círculo o de un hombre, sería alabado, pero si lo dice una mujer, es satanizado, cuando, regresando al texto de Vivian Abenshushan, se debe apreciar y analizar lo escrito, no quién lo escribe, porque entonces nos quedaríamos en una no-crítica, en una estúpida subjetividad que nos daña a todos y, sobre todo, daña a nuestra literatura.
La literatura hecha hoy por mujeres, tal como lo retrata Yolanda Segura, en un texto honesto, que agradece a la mujer por la cual escribe las líneas de su tsunami personal, nos lleva por diversas lecturas de la vida, de la literatura y de todas esas preguntas que existen para contestarlas con citas o con la vida misma.
Una vida que estúpidamente está en peligro, así como escribe Diana J. Torres, cinco días después de ser apuñalada. Porque la violencia es un monstruo de mil máscaras. La violencia contra la mujer incrementa tan rápido que eso de “ya es normal” es lo más aterrador que puede afirmarse. Hombres que golpean, que insultan, que hieren, que matan… son el resultado de nuestra podrida sociedad que viene desde un Porfiriato en donde la mujer sumisa era el retrato de la buena madre, una idea tan arcaica, tan ya pasada de moda… porque el retrato de sangre que pinta Diana J. Torres es lo que pasa en las calles de la Ciudad de México, en donde la mujer es más vulnerable a los ataques constantes de la violencia machista.
Esa es la misma violencia que retrata Sara Uribe en el último oleaje, en uno de los textos que más muerden y que llena de desesperación por detener el vértigo de la violencia ante la mirada de una infancia mutilada. “Solas” es uno de esos textos que pueden reproducirse por cientos de miles en nuestro país. Un texto perfecto para terminar este “tsunami que revuelca, mece y también acompaña”, como lo escribió Gabriela Jauregui en la edición que me firmó.
Comparto la idea que Elvira Liceaga tuvo de que las páginas de Tsunami estén pegadas en las bardas, paredes, postes de nuestra ciudad, de nuestro país. Porque las páginas de este gran oleaje son clave para abrir la mente, la conciencia. Son la luz de una victoria para el feminismo mexicano, así como una ventana para acercarnos a cada una de las obras de las chicas que forman parte de este mar furioso, como los fanzines poéticos de Jimena González, Permanente obra negra de Vivian Abenshushan, las grandes novelas de Brenda Lozano o de Cristina Rivera Garza, la micro-épica poética llamada Per/so/na de Yolanda Segura, la dolorosa Antígona González de Sara Uribe, el Conjunto vacío de Verónica Gerber Bicecci, los clásicos libros de Margo Glantz como Las genealogías, los textos periodísticos de Daniela Rea, la lucha desde las esferas más altas de Yásnaya, el pornoterrorismo de Daniela J. Torres, así como los cuentos y las grandiosas conferencias dadas por Gabriela Jauregui, responsable de que este tsunami llegue a muchas orillas, y que esperemos, sigan existiendo terremotos que provoquen más tsunamis para que lleguen a más orillas y destruyan las ideas que ya no caben en nuestra nueva sociedad.
Tsunami debe llegar hasta esa sociedad de a pie, a esa sociedad que piensa que estamos bien cuando están vendados por una Historia caduca de una supuesta educación heredera por generaciones de la antigua sociedad mexicana.
Además, este libro, lo repetiré siempre, es importante e indispensable, porque es uno de los triunfos del feminismo mexicano, un nuevo grito y un nuevo inicio de la vida no sólo en México, sino en el mundo. Un libro hecho por mujeres que actualmente levantan la voz y nos empapan de verdad. Un libro con el que ellas nos abofetean a los hombres, pero también a cualquier persona que no abra los ojos ante la realidad de hoy. Tsunami nos acerca a esa filosofía creada por la parte más importante y la esencia de la evolución humana: la mujer.
“El feminismo es una aventura colectiva, para mujeres pero también para los hombres y para todos los demás”.
Virgine Despentes

Brenda Lozano - Cristina Rivera Garza - Daniela Rea - Diana J. Torres - Gabriela Jauregui - Jimena González - Margo Glantz - Sara Uribe - Verónica Gerber Bicecci - Vivian Abenshushan - Yásenaya Elena A. Gil - Yolanda Segura
Otros títulos relacionados:
Agua de Lourdes, de Karen Villeda
"Género", Revista de la Universidad de México
Juegos reunidos feministas: humor sí, lucha también, de Ana Galvañ
Teoría King Kong, de Virgine Despentes
La guerra contra las mujeres, de Rita Segato
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juarez, de Rita Segato
We should all be feminist, de Chimamanda Ngozi Adichie
Género y feminismo. Desarrollo Humano y Democracia, de Marcela Lagarde
Cartografías del feminismo mexicano del siglo XX, de VV.AA.
En el principio era el cuerpo, de Femen
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