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iPod sin guantes

  • Foto del escritor: El tiempo recobrado
    El tiempo recobrado
  • 29 may 2019
  • 3 Min. de lectura

Texto: Ezra López (@EzraLopez)

Libro: Bareback Juke-box, de Wenseslao Bruciaga (@distorsiongay)

 

La literatura gay en México tiene dos lugares comunales que, sin embargo, le han dado la forma que hasta el día de hoy lleva en su calidad. El chiste de los 41 del Porfiriato, a principios del siglo pasado, junto con aquellas aventuras neopicarescas de Adonis García, escritas por Luis Zapata, a finales de la década de los sesenta, son esos dos libros que le dieron una voz e identidad a la literatura gay mexicana.


Sin embargo, la literatura gay no sólo debe resumirse a dos libros o dos autores. Debemos siempre preservar la memoria de José Rafael Calva con dos obras que son una piedra angular para la cultura gay: El jinete azul y Utopía gay; ambos libros transgresores, de una calidad impresionante; sobre todo El jinete azul, heredero directo del Farabeuf de Salvador Elizondo, en donde éxtasis y el placer se dan en la transgresión del cuerpo y en el erotanatismo del placer.


La cultura gay, sobre todo en la Ciudad de México, como lo indica Guillermo Osorno en su libro Tengo que morir todas las noches (2014), se explayó desde el Disco Bar 9 de la Zona Rosa. La cultura que emanaba del 9 iba desde la pintura, las intervenciones artísticas, hasta bandas de rock como Size o Casino Shanghai. Henri Donnadieu le dio una visión, una cara a la cultura gay que ya no quedaba marginada, si no que adoptaba a todas las comunidades, y convivía con ellas, siendo una misma sociedad, sin la persignación del Porfiriato.


Mencionar el Disco Bar 9, así como la obra de Luis Zapata y la de José Rafael Calva, nos remite a un heredero de este nuevo siglo, un hijo de toda esa cultura que luchó por un ideal y por la visibilidad.


Hace exactamente dos años, y como lo indica en su Twitter, la última novela de Wenceslao Bruciaga le iba a partir la madre al mes del orgullo. 2017, sin duda, será escrito en la historia de la literatura nacional como uno de los años clave de esta nueva generación de escritores que se volverán clásicos. Fernanda Melchor mostró al mundo Temporada de huracanes, el Premio Mauricio Achar nos regaló la joya llamada Arde Josefina de Luisa Reyes Retana, y el señor Wenceslao Bruciaga destapó la lista de reproducción de su iPod con Bareback Juke-box (2017, Editorial Moho).


Recuerdo que por aquellos estaba obligado a leer a mis contemporáneos. Las primeras críticas que leía sobre la nueva novela de Bruciaga editada por Moho, me daba esperanzas de encontrarme con algo totalmente novedoso, algo tan brutal (o más) que El jinete azul de Calva.

Una noche en una presentación en el Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo vi a Wenceslao. Sólo tenía las críticas sobre su novela y le dije que ya la quería leer a lo que él dijo (sic): «Sí, es la novela más violenta que nadie espera». Inmediatamente quise leerla. A la de ya.


Sucedió unos meses después, durante un día de descanso obligado. Un día que se volvió de guantes, música de Belle and Sebastian para bailes homoeróticos, un mataputos, y demás aventuras de este gay antigay al ritmo de lo que le caiga en su iPod.


Sin duda, Bareback juke-box es un punto de inflexión en la literatura gay. Un texto ácido, bien construido, en donde las críticas a la propia comunidad la hace alguien dentro de ese círculo social. La exposición al SIDA, la marginación entre el propio sector, las intensas cogidas, y demás vivencias, son lo que nos regala la novela de Wenceslao, quien se quita los guantes de boxeo para no sólo darle en la madre a la comunidad, sino a todos quienes formamos parte de la sociedad. Porque los gays también sufren celos, decepciones, y también nos pueden dar unos cuantos putazos para despertar o, total, madrearnos porque la estamos cagando en algo.


Bareback juke-box es una novela icónica no sólo de la literatura gay en México, sino también de la literatura mexicana en general, la cual se volverá un clásico como aquel Vampiro de la colonia Roma o El jinete azul. Porque los puñetazos se dan lejos del arco iris, se dan en las verdaderas calles gris de nuestra ciudad.

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