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Un montón de cicatrices

  • Foto del escritor: El tiempo recobrado
    El tiempo recobrado
  • 26 sept 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 5 may 2022


Libro: La memoria donde ardía, de Socorro Venegas (@SocorroVenegas)

 

Para empezar a hablar de este libro, La memoria donde ardía (2019, Páginas de Espuma), de Socorro Venegas, quería hablar de un poema. No es secreto que el título del libro proviene del poema “Amor constante más allá de la muerte” de Francisco de Quevedo, el cual habla de una eterna promesa de amor, tan ferviente que la llama de fuego vivirá más allá de la muerte. Las últimas dos estrofas hablan sobre la separación del alma y del cuerpo, así como de una sombra que es la personificación de la muerte. De estas estrofas me atrevo a decir que forman parte importante de la médula de los 19 cuentos que conforman este libro.


Socorro libera su alma poética para en cada cuento plasmar un sentimiento en las entrañas de muchas mujeres: la maternidad. Es difícil no pensar en este libro como un todo, pues la voz narrativa se lee casi igual en cada cuento. Aunque esto suele ser un tema de crítica para muchos libros de cuentos, me parece que en este caso es una de las características más importantes, pues es como si la voz que nos habita, hablara en cada uno de los personajes.


Si bien las historias están divididas, podrían funcionar como una sola. Incluso, hay cuentos que coinciden en momentos, como “El nadador infinito” y “La isla negra”. En el primer cuento la protagonista añora un amor fugaz mientras sufre la desolación y la transformación de su embarazo; su amor, Álvaro, le envía postales de un mar negro, de una isla en la que desearía tenerla. En el segundo cuento existe esta misma añoranza de un amor imposible, de unos amigos que pasean por La Habana y de uno que va con las brujas para que le ayuden a recuperar a Daniela. En el momento en que cree poderla recuperar, la lleva a conocer una isla de playa negra a causa del mármol negro.


A su vez, la desesperación y el vacío de la madre de “El nadador infinito”, se une a “La gestación” y “El hueco”. En estos tres, las madres sufren y alucinan la idea de serlo, de que alguien desconocido, casi ajeno, se geste dentro de ellas para luego salir y convertirlas en solo un hueco.


Otros cuentos que se unen son “Anagnórisis” y “Vía Láctea”. Esta vez la unión radica en que ambos profundizan, de formas distintas, la ceguera. En el primer cuento, como bien lo indica su nombre, trata sobre el descubrimiento de la identidad propia de dos niñas que ante la tortura y el odio hacia una niña ciega, logran reconocerse. Este odio nace a raíz de un grupo de ciegos que entra al colegio y les quita el lugar y la atención que antes les pertenecía. La metáfora puede ser que realmente ellos mismos, la inocencia, es la ceguera que al crecer nos arrancamos a golpes, para ver el universo en el que realmente vivimos. El paso de la infancia a la niñez.


Mientras que “Vía Láctea” es interesante al mostrar el miedo de la maternidad en los ojos de un hombre que tiene contacto con una mujer en lactancia. Después de que ella le da más datos de los necesarios sobre su parto, el hombre duda de las intenciones de ella y le teme. En lo que este cuento se asemeja con el anterior, es en el reconocimiento. El hombre dice en algún momento que esta mujer lo dejó preñado de pena, tristeza y desolación. En este caso, él es el ciego, pues a partir de este contacto, abre los ojos y se mira hacia adentro, reconociendo a la persona que había dejado oculta.


Y así, cuento tras cuento, La memoria donde ardía se convierte en una antología de relatos que dan un giro en la realidad cotidiana para mostrar esa otra la cara: la de la realidad interna. Es un ir y venir de miedos y descubrimientos personales que van haciendo un camino de cicatrices en nuestro interior. Cicatrices que sólo nosotros podemos abrazar.

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