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Para ti, Guadalupe

  • Foto del escritor: El tiempo recobrado
    El tiempo recobrado
  • 3 abr 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 5 may 2022



Libros: Pétalos y otras historias incomodas y El matrimonio de los peces rojos, de Guadalupe Nettel (@nettelg)


 

Esta vez decidí escribir sobre ti… bueno, para ser precisa, sobre dos libros tuyos. Como muchos lectores, mi primer acercamiento a tu narrativa fue El cuerpo en que nací (Anagrama, 2011). Esas páginas tan tuyas que, en cada línea, nos regalan la posibilidad de sentirlas nuestras. Además, al leerte me sentí identificada, al menos por un pequeño detalle: yo pasaba cada día cerca de esos edificios que alguna vez albergaron a los deportistas olímpicos; por más mínima que fuera esa coincidencia, logró hacer mi lectura fuera más profunda.


Como era de esperase, devoré tus letras en menos de tres días, prefería seguir con el libro en las manos en lugar de hacer cualquier otra cosa. Hiciste que surgieran en mí más de una pregunta respecto a mi físico, mi forma de ver la vida, y en la que la vida me veía a mí, y gracias tu protagonista; al ver su crecimiento pude sentir una tranquilidad inimaginable: hasta me devolviste las ganas de continuar escribiendo.


Cuando terminé la novela decidí esperar un tiempo para adentrarme en otros libros. No es que tuviera miedo de que no me fueran a satisfacer tanto como ese, sino que quería darle un espacio para que terminara de impregnarse en mí. Mientras tanto, me dediqué a recorrer las librerías y comprar uno a uno tus libros. Un día, cansada de la rutina godín, salí a dar la vuelta a Gandhi y, para mi sorpresa, los altavoces de la librería invitaban a todos los presentes a acercarse al auditorio para escuchar la plática entre Gudalupe Nettel y Alejandro Zambra. No te puedo describir la forma en la que me emocioné, parecía adolescente en un concierto. Corrí a comprar el único libro tuyo que no tenía y subí las escaleras de metal para entrar al auditorio. Ni siquiera el nombre Zambra me emocionó tanto, y eso que La vida privada de los árboles (Anagrama, 2010) formó parte importante de mis lecturas universitarias. Esas simples palabras que plasmaste en mi libro, «Con afecto, G Nettel», se han convertido en lo más preciado de mi biblioteca.


Dentro de los muchos temas que tocaron, quedó en mí el hecho de que ambos habían escrito algo titulado Bonsaí. Él una novela, tú un cuento. Así fue como decidí que mi próxima lectura sería tu libro de cuentos Pétalos y otras historias incómodas (Anagrama, 2008).


Puedo describir Pétalos y otras historias incómodas como un abismo que contiene distintas historias de decadencia, grises como las calles de París. Historias, como bien presume su subtítulo, incómodas. Pero una incomodidad fundada en la introspección humana, personal, que crea o despierta en cada personaje una nueva manía. Es como si tu mano, Guadalupe, hubiera sacado de un estuche cada uno de los típicos temas tabú (amor, muerte, amistad, felicidad) y los explotara al máximo, sacándolos de los lugares más inhóspitos de cada personaje.


Este primer libro de cuentos va desde la vida de un fotógrafo de ojos que se enamora de una mujer mucho más chica que él, con un párpado caído, de quien prefiere huir antes de verla con su rostro recién operado; una mujer que espía por la ventana a otro hombre, quien alguna vez estuvo con ella, mientras éste se masturba en la cocina, y en otra habitación lo espera una mujer; hasta la vida en matrimonio de una pareja y aquel esposo que prefiere pasar sus domingos solo, leyendo, sentado en un parque, que en casa, sujeto a las órdenes de su mujer; y viaja hasta la nariz de un personaje que se obsesiona con los olores de los baños públicos exclusivos para las mujeres, a manera del libro El perfume, de Suskind, el protagonista de este cuento busca el aroma «perfecto» de los pétalos; es decir, el de la feminidad.


Al concluir esta lectura me sentí fascinada por tu forma de narrar, por la forma en que te sumerges en lo oscuro y lo más profundo, pero sobre todo en la forma en la que hace que cada personaje salga y encuentre su camino en esa misma oscuridad. Esta vez no quise esperar y decidí leer inmediatamente El matrimonio de los peces rojos (Páginas de espuma, 2013).


El libro de cuentos comienza con dos epígrafes, pero específicamente uno sentencia toda la obra: «Todos los animales saben lo que necesitan, excepto el hombre», de Plinio el Viejo. Bajo esta sentencia, cada personaje queda sometido a lo que sus mascotas hagan. Por ejemplo, en el cuento que da el título al libro: inicia con la muerte de Oblomov, un pez rojo. Poco tiempo después, la pareja dueña del difunto pez recibe a otra pareja, una de betas. Es entonces cuando comienza el desenlace de la historia. La mujer, intrigada por el comportamiento de los animales, les presta cada vez más atención y realmente se preocupa por su bienestar. La relación de los peces va en decadencia y, a la par, la relación entre Vincent y su esposa se torna más complicada. Una vez que los peces mueren y otro nuevo llega a remplazarlos, ella toma la decisión de dejar a su esposo. Las acciones de los animales sentencian la de los humanos que los rodean.


Otro claro ejemplo es «Felina», mi favorito. Esta vez la protagonista es una gata, quien tiempo después se embaraza, y llega a irrumpir la soledad del departamento de una chica universitaria. Los cambios que sufre la gata van de la mano con los descubrimientos que la chica hace sobre su cuerpo, sus relaciones sentimentales y su carrera. Cuando la gata da a luz y parte con sus hijos para huir del destino que le espera, la chica decide cambiar el rumbo de su carrera. Cada una de las historias narradas saca a relucir la naturaleza individual del ser humano a través de los animales. La decadencia que vimos en Pétalos y otras historias incómodas también se refleja en El matrimonio de los peces rojos.


Así que gracias, Guadalupe. Gracias por dejar que nos siga un ejercito de personajes que relucen lo mejor de nuestros defectos, de nuestras virtudes, de la esencia humana, de la literatura.


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