Telaraña genealógica
- El tiempo recobrado
- 19 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 5 may 2022
Libro: Tarantela, de Abril Castillo Cabrera (@imlittlealice)
El veneno y antídoto es la tinta azul sobre las hojas blancas bond que comprenden Tarantela (2019), novela de Abril Castillo Cabrera, editada por Antílope.
Las primeras 52 páginas de esta novela son como filosas cuchilladas contra el estímulo de cualquier sentimiento lacrimoso (incluso, las páginas más tristes en toda la literatura mexicana, por lo menos de este siglo). Abril desenreda cada una de las hebras de su telaraña genealógica, en donde la enfermedad, el silencio y el recuerdo se mezclan en una sola seda narrativa, que es una polifonía que se va construyendo con las voces de su familia, con la casa de los abuelos.
La polifonía se construye con base en los recuerdos de la familia y en las fichas-diario del abuelo, en donde la desesperación o la falsa esperanza se mezclan en una narrativa pulcra, en donde las metáforas no sobran ni faltan, y en donde las citas a otros autores navegan en la misma euforia de esta borrasca llamada Tarantela.
El envenenamiento narrativo plaga siempre la voz que, en forma de novela de formación, va buscándose y encuentra en los silencios su ser, o por lo menos lo trata de comprender.
Una novela llena de hipotenusas, gorilas, ríos de piedra, venenos y antídotos, en donde Abril Castillo reinventa sus significados y su relación con los símbolos de su crecimiento, porque Tarantela lleva al lector a relaciones tortuosas, en donde los gorilas son uno y todos, y son los que desmembran el mismo dolor, en donde el agua ya no corre, en donde los recuerdos se traspapelan entre un choque o un recuerdo vago del tío.
El tío que es el hermano, que es la persona que se recuerda y resiste a olvidarse. Pues la familia de Tarantela (en especial los ermanos, así, sin “h”) son quienes dejan la herida pulsante, el veneno que con la narrativa de los recuerdos se trata de curar, en el antídoto de la memoria.
En 2017 se supo del primer embrión de Tarantela que en aquel entonces se llamaba La espera, y que según distintas versiones de su autora, no dejaba de crecer. Al comprar el texto final con aquel incluido en una de las Antologías del FONCA, se aprecia el esmerado trabajo editorial de Antílope, con una edición cuidada.
¿Será aventurado decir que Tarantela es una de las novelas indispensables de este siglo en la literatura mexicana? Quizá, pero sólo la historia y la legión de lectores que han tomado entre sus manos esta danzarina novela serán el punto de partida para que esta primer novela de Abril Castillo teja su propia historia en nuestras bibliotecas personales.
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