Un suceso banal
- El tiempo recobrado
- 30 may 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 may 2022
Libro: Casas vacías, de Brenda Navarro
«El que desaparece se lleva algo de ti que no vuelve; se llama cordura», advierte la mamá de Daniel después de una serie de reflecciones, mientras su hijo está en brazos de otra mujer que deseaba más que nada ser madre.
Casas vacías (2019, Sexto Piso), la primer novela de Brenda Navarro, es como darle un trago largo al café en su punto de hervor: quema desde la garganta hasta las entrañas, pero provoca un extraño placer que te obliga a dar un sorbo más.
El libro está dividido en tes partes, las cuales a su vez se dividen en dos voces narrativas que forman un monólogo; cada una de estas diviciones es precedida por un epígrafe de la poeta polaca Wislawa Szymborska, los cuales encajan de manera perfecta, casi mandados a hacer para esta novela.
El primer monólogo se caracteriza por ser fragmentado, dando a entender al lector el dolor intenso y desgarrador que siente una madre al perder a su hijo. Esta mujer durante su embarazo sufre una serie de dudas y arrepentimientos, pero además pasa por un problema familiar que la obliga a adoptar a la sobrina de su marido, lo que provoca darle menos tiempo del esperado a sus dos hijos. Al nacer Daniel, las dudas crecen; a pesar del amor incondicional de cualquier madre, está más preocupada por la relación con su amante. Tanto, que en un momento de desesperación, sale de casa con el niño autista de tres años, se dirije a un parque y mientras él juega, ella posa toda su atención en el celular, lo cual ocasiona que de un segundo al otro, el niño desaparezca.
La voz del otro monólogo se caraceriza por ser rápida, al estar llena de reflexiones, dudas e ignorancia. Es la voz de una mujer de clase baja que lo único que desea es conseguir un hombre que le haga una hijita para poder formar su propia familia. Es tanto su deseo, que no le importa que aquel hombre al que consiguió sea alguien incompetente, borracho, mujeriego y golpeador, ya que él le hizo caso primero, quien le hizo el amor por primera vez y, por lo tanto, quien tenía que hacerle a su hijita. Como esto no sucede y ella ve que lo está perdiendo, y así su posibilidad de tener una familia, sale de casa y se va lo más lejos posible hasta llegar a un parque en donde ve al niño más hermoso que ha visto en su vida. Tras observarlo un rato y ver que la mamá no está al pendiente, lo toma rápido, sube a un taxi y se va con su nuevo hijo a formar su familia.
Es impactante cómo Brenda lleva estas dos voces al extremo de la desolación
al provocar que la infelicidad de ambas mujeres las lleve a cruzarse, a que una arrebate al hijo de la otra para tratar de llenar esas casas vacías.
Con esta primera novela, Brenda Navarro entra al grupo de las escritoras mexicanas que han debutado con una primera novela brillante, como Arde Josefina de Luisa Reyes Retana o Tatantela de Abril Castillo. Pero principalmente, me atrevo a decir que es su narrativa la que se posa a la cabeza de esta literatura mexicana que gira en torno a la maternidad, seguida por Socorro Venegas con La memoria donde ardía y por Jazmina Barrera con Linea nigra.
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